viernes, 6 de abril de 2012

Vivir De Luz *

Esta historia comienza en una cena de amigos. Él, oculista veterinario, yo, treinta y dos minutos de sun gazing.
Después de una clara explicación sobre el origen del universo, dibujó el interior de un ojo en una servillera y señalando mi córnea dijo:
- Pterigion.
- ¿Cómo?
- Lo que tienes en el ojo ocurre cuando la córnea crece demasiado.
Siempre había tenido un color más oscuro en la zona visible de mi córnea, como si al contacto con los rayos solares, hubiera cogido algo de color. Ante mi extrañeza explicó que se creía que los rayos uva eran uno de los factores desencadenantes del pterigion y que tenía fácil solución quirúrgica.
Los médicos distinguen entre cirugía menor y mayor y al parecer la mía de menor que era, era pequeñísima. Sin embargo, en lo único que podía pensar era en mi tierno ojo toqueteado y arañado por fríos instrumentos. Me prometí comprar unas gafas; dejar de hacer sun gazing y que nadie tocaría a mis pequeñines.
Días después descubrí que me sentía bastante contrariada. Con el sun gazing además de realizar una limpieza mental, física y espiritual, estaba activando mi glándula pineal.
He conocido (y algunas las practico) herramientas para mantener un buen tono físico, mental y espiritual, pero ¿qué pasa con todas esas potencialidades que duermen en mí? Telepatía, clarividencia, ensoñación ¿acaso no hay ciegos capaces de percibir su entorno? Puede parecer ingenuo, pero de alguna forma siempre he sabido que hay algo de verdad en esas películas sobre monjes Shaolin que enseñan a pequeños saltamontes.
“Tiene que haber otra forma de hacerlo” me dije y miré al cielo pidiendo de ayuda.
A las dos semanas cayó en mis manos un libro que hablaba de alimentarse del prana, la energía vital que lo forma todo. También explicaba cómo a través de un ayuno y la ayuda de seres de luz, se podía reprogramar el cuerpo para que se nutriera de ese prana. La limpieza no sólo sería física sino que además se estimulaban capacidades extrasensoriales. Aquello era música para mis oídos, ¿clarividencia, experiencias medium, teletransportación?
Teletransportación.

Los ojos se me pusieron como platos. Recordé la segunda parte de los “Xmen” con el rondador nocturno: los signos de los ángeles tatuados por todo su cuerpo y sus rezos “aunque camine por cañadas oscuras, nada temo.. porque tú vas conmigo”.
Me vi sacando del armario mi disfraz de los xmen, al fin y al cabo, los carnavales estaban a la vuelta de la esquina. Le pondría unas coderas reflectantes para que se me viera mejor por la noche y pintaría una equis enorme en la azotea para facilitar los aterrizajes. ¡El descuento para residentes sería historia! ¿Quién elige llenar de CO2 el cielo cuando puede teletransportarte? ¿quién, eh? ¿tú? Pues yo tampoco.
Los dos primeros días del ayuno fueron un constante pensar en comida. Era como tener pesadillas estando despierta: cosas tan sencillas como el chisporroteo del tomate en la sartén se convertía en una imagen recurrente y dolorosa. Oía el ajo riéndose en el aceite y su olor entraba en mis fosas nasales tan intensamente que me hacía salivar.
Vi cómo el cuerpo y la mente seguían caminos distintos porque en cuatro días el hambre apenas me había molestado. La sensación iba y venía, muy de vez en cuando.
Aparentemente el cuerpo estaba bien, pero cuando trataba de moverme notaba que debía hacerlo con más suavidad, despacio, porque de lo contrario un malestar empezaba a invadirme.
El quinto día sentí una molesta sensación en la boca. SED. Como si de constantes e incisivos golpes de martillo se trataran, la sed estuvo todo el día incordiándome.
Al filo de la medianoche abandoné el ayuno, guardé el disfraz en el armario, me felicité por no haber pintado la azotea y di buena cuenta del zumo de manzana que guardaba para el séptimo día de ayuno.
El berrinche me duró bastante y de vez en cuando miro a la esquina en la que apilé el libro de Jasmureen sin poder medir la verdad que hay en sus páginas. Volví a mirar al cielo pidiendo sopitas y a las pocas semanas empecé unas prácticas como monitora de lactancia materna que me han llenado el corazón.
Al parecer la vida piensa que debo aprender a caminar antes de abrir las puertas del tiempo y el espacio.
Las Palmas 19 de marzo 2012



* Título extractado del libro de Jasmuheen, ediciones Apóstrofe, 1998.