miércoles, 23 de junio de 2010

Ya No Busco Más

Trato de escribir desde el intento, quiero decir que no espero una respuesta o reacción: escribo porque necesito explicarme a mí misma ciertas cosas, dejando de usar a lo demás como pretexto para decirme lo que necesito oír.

Sin embargo, a veces ocurre que me dejáis un comentario o incluso un mensaje y la magia de la realidad se derrama en palabras.

L es una amiga de hace poco tiempo, alguien que apenas roza mi vida y con quien no suelo coincidir. Esta escasez no ha impedido que haya un vínculo profundo entre nosotras y que el otro día aún dolorida, me regalara parte de su autenticidad (ésa que guarda con tanto cuidado detrás de comentarios frívolos).

Por respeto a su privacidad, sólo añadiré que buscaba consuelo entre los mensajes del blog. Ésta es la respuesta que me he dado:

Un día descubrirás que no hay consuelo posible, sólo alivios pasajeros. Por eso los demás no pueden ayudarnos, por eso al final estamos sol@s con nosotr@s mism@s.

Primero intenté ser otra, cualquiera, no importaba quién y fue terrible descubrir que únicamente podía brillar siendo yo misma (a fuerza de negarme, tampoco esto sabía cómo hacerlo).

Después busqué las respuestas fuera de mí, lo que era, en realidad, otro desprecio, aunque más sutil.

Al fin un día empecé a darme las respuestas, lo que me dio la pista de que ya estaba.

Encontré en mi honestidad el amor hacia mí misma y como si un velo se levantara apareció el Otro. El Otro que era la vida expresándose en un espacio y tiempo distinto.

Pero había más.

Miré y descubrí a los seres que llaman inertes, tan antiguos como la tierra, y descuidadamente, levanté la vista y vi cómo las estrellas me hablaban y el tiempo desaparecía. Me vi moviéndome entre ellas pero el espacio ya no estaba.

Sobre mi respiración quedó mi cuerpo y sobre él, la sonrisa de quien ha comprendido.

Agradecida, Ada




Las Palmas, 23 de junio de 2010

miércoles, 16 de junio de 2010

Derrochando Conciencia

De vez en cuando caigo en la cuenta de los progresos que noto en mí misma: cómo hago por ser flexible, receptiva o paciente. Estas son palabras sencillas pero me suponen un esfuerzo y una rutina a la que no estoy acostumbrada.

A veces es peor, porque se trata de desaprender algo para cogerlo por otro sitio. Pongo un ejemplo: cuando era niña, mis hermanos y yo manteníamos nuestros cuartos arreglados porque mi madre nos lo mandaba.

Al morir, una de las cosas que se llevó fue la exigencia de pulcritud, así que me volví perezosa. Realmente ordenaba para contentarla y quedé presa de un hechizo que se rompería si ella volvía y recitaba las palabras mágicas “Ada, ordena tu cuarto”.

Cuando me di cuenta de esto, dejé de esperarla y aprendí que es hermoso tener la casa limpia, que me gusta ver superficies y que el orden me calma (cuando ordeno, me ordeno).

Bueno, decía que a veces noto cómo mis habilidades, a fuerza de usarlas, se amplían y la semana pasada pensé que estaba haciendo las cosas con bastante conciencia.

Esta autosatisfacción me duró poco porque la vida, que no desaprovecha una, vino a darme en los morros: perdí el móvil. Sólo podía estar en dos sitios: el salón de una amiga o el maletero de otra, pero cuando contacté con ellas, la respuesta fue negativa.

“Pues sí que ando bien” pensaba bastante escocida ya que sabía que con su pérdida bloqueaba la oportunidad de trabajar, mi agenda diaria y el contacto con los amigos. Una liada, vaya.

Recordé la historia del samurai que decidió presentarse ante un gran maestro porque se sentía preparado para le acogiera como discípulo. Entró en la casa, se presentó y después de explicar al maestro su proceso de aprendizaje hasta ese momento, escuchó una pregunta:

- ¿En qué lado de la puerta has dejado tu katana?- el samurai se levantó y sin decir nada se fue por donde había venido. Lo hizo porque no podía recordarlo y esa falta de atención le demostraba que aún no estaba preparado.

Lo mío fue más de andar por casa, sin testigos frente a los que avergonzarse. En la cocina, mientras digería mi orgullo, me vino un pensamiento “así estoy, derrochando conciencia” y empecé a reírme de mí misma.

Una hora después apareció el móvil (bien escondido en el maletero) pero no importaba porque ya había hecho mis deberes.

Las Palmas, 16 de junio de 2010

lunes, 7 de junio de 2010

Quién Dijo Miedo

Un@ de vosotr@s me escribe que tiene miedo, que duda de sí mism@. ¿Sabéis? Yo he vivido allí, en Miedo, un lugar que te devora y en el que eres incapaz de verte o sentirte y claro, si no te ves, ¿cómo vas a ver a los demás y poder acompañarles en sus vidas?
Además, vivir en Miedo implica sentir
tristeza, vacío y aislamiento, creo que es lo más cerca que he estado de la locura.
Intuitivamente la gente le da mucha importancia a reírse ya que cuandolo hacemos, podemos enfrentarnos a cualquier cosa. ¿Recordáis El Nombre de la Rosa, en donde se condenaba la risa porque alejaba al hombre del temor de Dios?
Hace unos meses estuve con una chica que se estaba muriendo. Ella lo sabía y me contaba que no quería morir, que nada le aseguraba que existiera algo más allá de la muerte. Yo pensaba “respétala, no puedes ayudarla, sólo escucha”, así que la escuché y después comenté lo curioso que sería su entierro. Empecé a describirlo con todo lujo de detalles y no me preguntéis cómo pero acabamos riéndonos a carcajadas compitiendo por tener el funeral más cuco.
Bueno, estos momentos explosivos son también pasajeros, pero hay una alegría tranquila que reconforta el corazón y se transmite con la misma facilidad que lo hace el polen en primavera.
Esta alegría viene a mi vida en momentos puntuales y convertirla en una constante requiere esfuerzo y honestidad. Hasta que eso ocurra, no me queda otra opción que aceptar mis miedos y afrontarlos, ampliando los límites que me dibujan.
Las Palmas, 11 junio del 2009