jueves, 21 de enero de 2010

Un Niño, Un Cuento

Al principio eran reflexiones en postales de cumpleaños, después vinieron las cartas y con naturalidad, aparecieron los cuentos. Llegó un momento en que esas sensaciones y pensamientos entrelazados trascendieron a sus destinatari@s y se convirtieron en un regalo para cualquiera que lo supiera desear.
Descubrí que cada persona leía un cuento distinto y aunque a veces me preguntaban por su significado, aprendí a callarme al ver que los relatos dejaban de pertenecerme y adquirían vida propia.
Así que cuando me preguntan, sólo explico que los protagonistas son amigos, seres que salen de sus personajes y tratan de ser reales. También mi actitud ha cambiado y ya no tengo miedo de que no gusten o de que se malinterpreten, escribo desde el corazón y eso basta.
Sin embargo, en ocasiones me ha llegado una reacción de escasez “a mí nadie me ha escrito un cuento” dicen y de repente veo ante mí adultos que son huérfanos de cuento, una curiosa especie de niño que puede aparecer en cualquier ecosistema familiar.
Sé que no puedo cambiar el mundo, que no puedo dar a tod@s es@s niñ@s sin cuento el amor de sus padres en forma de relato infantil y que cada uno habrá de encontrar el camino de vuelta a su tribu, pero también sé que puedo comenzar a hacerlo.
Del mismo modo que hice conmigo misma con “En Busca de la Felicidad”, me marco un objetivo: Un niño, un cuento. No obstante, cuando escribo sobre alguien me sumerjo en la intimidad de sus universos y para hacerlo libremente, antes, debo ser invitada.
Por eso, tú, sí tú, niñ@ sin cuento que estás leyendo esto, háblame de ti, cuéntame quiénes te criaron y con esas referencias te devolveré tu cuento, ése en el que encontrarás el más precioso de los tesoros.



Las Palmas, 21 de enero de 2010

(Quedan invitad@s a visitar la sección Los Cuentos de Ada)

sábado, 16 de enero de 2010

Para Crecer

Érase una vez una niña que se sentía triste y asustada y no sabía muy bien porqué. Los sucesos que habían provocado esos sentimientos estaban ocultos en su memoria y la tristeza y el miedo eran, en realidad, un simple eco.

El pasado enviaba mensajes cifrados que impedían a la niña crecer, así que decidió volver sobre sus pasos e ir recuperando los momentos que habían marcado su existencia: recordó su tierno cuerpo y sus pocos años, recuperó la soledad, el abandono, la violencia, la angustia y el horror que habían quedado anclados en su memoria.

Entonces pidió ayuda a la Madre Tierra. Entró en ella y cantó su canción. La Madre Tierra acogiéndola, vibró destilando su ser y lo perfumó. De este modo, la niña vio cómo el horizonte se ampliaba y por primera vez, no supo lo que iba a suceder.

Las Palmas, 16 de enero de 2010