lunes, 27 de octubre de 2014

Cómo Conocí a Alejandro Jodorowsky


ADVERTENCIA
Cuando escribo procuro resumir lo más posible la historia, como si sintiera el aliento jadeante de un perro rabioso y hambriento sobre mi hombro, al acecho de una palabra de más. Esto no ocurrirá hoy, porque hoy es el día de los detalles y no hay tiempo para resúmenes.


Era domingo de madrugada, aburrida de mucha televisión y como siempre, huyendo de la publicidad. Recuerdo la fecha porque había sido el cumpleaños de mi hermano y como coincide con el puente de la constitución, sé que era el siete de diciembre del dos mil tres. 
Piso compartido, muebles desparejados demasiado viejos o demasiado desgastados que van comiéndose el espacio. Un lugar barato y desangelado en el que nunca llegué a sentirme a gusto. 
Hago esta aclaración porque cuando veo una película sobre asesinatos, veo en el interrogatorio al poli bueno diciendo "¿dónde estaba usted el... ?" y la fecha suele superar las dos semanas. Entonces me sale una risa interior y me revuelvo satisfecha de mí misma por estar en el sofá y no dentro de la escena respondiendo con la boca pequeña un soso y sincero "no me acuerdo". 
Ahí el poli bueno me dejaría con su colega, el poli malo y antes de salir del cuarto con una media sonrisa y mirándome a los ojos, apagaría la grabadora (eso lo haría para que me quedase claro que es cómplice del otro, que tengo pinta de culpable y que me van a llover hostias como panes). 

__________ (en casa suena una radio, una lavadora centrifugando y un mp3. Sigo en piso compartido, tened paciencia conmigo)_________ 

Vuelvo al domingo, doce y cuarenta y después de tres canales caigo en la segunda cadena que es la única que no tiene publicidad en ese momento. Es un programa de entrevistas que nunca veo. Se llama Donoso Escrutinio (lo de donoso lo busqué en el diccionario en su día: Que tiene donaire y gracia, RAE) y lo lleva Fernando Sánchez Dragó. 
Ya le conocía de antes. En su día leí "El Camino del Corazón" y me vacunó contra cualquier cosa que él pudiera darme en el futuro. Tenía la sensación de que había hecho una fiesta, me había invitado y no lo había hecho para que me divirtiera con él, sino para que limpiara al final, teniendo que esperar en una esquina. 
Solo me hizo un regalo, la dedicatoria y como estaba tan quemada por lo de la limpieza de la fiesta, fui incapaz de agradecérselo: "Cuando tengas que elegir entre dos caminos, pregúntate cuál de ellos tiene corazón. Quien elige el camino del corazón no se equivoca nunca, Popol-vuh". 
La primera imagen que recibí fue la de Alejandro explicando cómo una anciana (Pachita) le había operado el abdomen y él gritaba porque le dolía y la sangre salía. Su hijo le acompañó y estuvo dos días en cama sin moverse. 

__________________(lavadora terminada y radio también, sólo queda el mp3 pero vosotr@s seguid con lo de la paciencia)___________ 

Al parecer la operación no había dejado cicatriz y todo iba bien cuando de repente, se puso a hablar Fernando. Con un espasmo alcancé el mando a distancia y cambié de canal, tal era mi terror a ese hombre y su don para activar mi capacidad de aburrimiento. 
Y ya está, no recuerdo si cambié a una película o me fui a la cama. No volví a pensar en ese ser anónimo que contó aquella historia entretenida y rara. A Fernando me costó más olvidarle, pero eso lo cuento luego. 
Pasaron varios meses y en una conversación con la psicóloga de la universidad me dijo "viene un hombre a Madrid que creo que es una de las mentes más privilegiadas de este siglo. Va a dar una charla y le he dicho a mi hijo que vaya. Se llama Alejandro Jodorowsky". 
Nunca había oído ese nombre, pero la imagen al anciano en la pantalla vino a mi cabeza "¿es una anciano de pelo blanco que viste completamente de negro?", "sí", respondió y después de contar dónde le había visto, la conversación siguió por otros derroteros. 
Al salir de la universidad cogí una guagua en dirección a mi librería favorita, una librería de barrio que compra excedentes y los vende a uno o dos euros. Algo así como el paraíso para alguien que ama los libros, su biblioteca y no tiene paciencia para esperar las ediciones de bolsillo. 
Aquella vez ni siquiera miré la jugosa isla con las novedades. Me acerqué al librero y le dije "dame todo lo que tengas de Alejandro Jodorowsky". El tipo, joven y roquero, conocía perfectamente su trabajo y después de sacar un ejemplar de una estantería, se fue directo al almacén. Trajo cuatro libros ("Albina y los hombres perro", "El niño del jueves negro", "Psicomagia" y "Donde mejor canta un pájaro") y pagué los sesenta euros sin pestañear en una época en que ese capital significaba dos semanas en comida que tendría que quita de otra cosa. 
Ya en casa miré las fechas de edición y escogí el del pájaro. He visto varias escenas de películas sobre libros mágicos, recuerdo a Bastian abriendo el suyo en "La Historia Interminable" o a Harry Potter entrando en el diario de Tom Ridle. Cuando pienso en el libro de Alejandro, me veo abriéndolo, iluminada por la luz que sale de él, como uno de eso libros infantiles de dibujos grandes cuya música se activa al pasar las páginas. 
Es una luz cálida y a medida que me acerco a leer lo que hay escrito, las mejillas empiezan a quemarse y las cejas humean peligrosamente. Y no me importa y no quiero estar en ninguna parte más que ahí y sé que soy una polilla que morirá ante ese calor que me enciende y devora. 
Toda esa poesía, la caricia generosa, la alegría de vivir, me sentí tocada por el dedo de dios (allí en la Capilla Sixtina, mi cuerpo no se queda inmóvil y cómodo como el de Adán. Yo soy Ada y sin la pesadez de la ene me estiro para alcanzar el dedo divino recibiendo el don). 
Siempre he sabido que había cosas hermosas en este mundo, pero por algún oculto motivo, no eran para mí. El fatalismo del mito de la expulsión del Edén me estuvo persiguiendo hasta que apareció el mago. Conocía la soledad, la nostalgia y el frío del infierno. Sí, mi infierno es frío, pero cuando él llegó me regaló la magia, iluminó puentes fabulosos entre otras realidades y ésta, entre lo que llamamos imaginación y el tacto de la tierra bajo mis pies. 
Me contó que todo era lo mismo y que las estrellas brillaban por mí allá en lo alto (vale, se me ha cruzado Abba, pero también se me cruzó Beethoven cuando dio música a la Oda a la Alegría "..Alegría, hermosa chispa de los dioses/ hija del Elíseo!/ Ebrios de ardor penetramos/ diosa celeste, en tu santuario.... sobre la bóveda estrellada tiene que vivir un Padre amoroso"). 
Bebí de aquel libro hasta olvidar la sequedad en mi garganta y no quedó marca alguna de esa lacerante memoria ("las heridas del alma, cuando sanan, no dejan cicatriz" susurró una voz en mi interior). 
El resto es historia. 

_____________ pido disculpas, os he prometido no resumir_______________ 


A partir de ahí, seguí con los otros libros e internet hizo el resto. Entrevistas, alguna película, documental, talleres, conferencias, cómics, programa en la segunda cadena, blogs escritos por alumnos suyos y por último, los foros. 
Descubrí que echaba el tarot en un café de París y que siguiendo los pasos de su abuelo, cuya única palabra en castellano era "miércoles", eligió ese día para regalar lo que bien podía vender. 
Había oído hablar de los ciberacosadores, así que novata como era en el mundo virtual, me protegí. Antes de entrar en los foros cogí mi nombre que por aquella época era heredado (esto lo cuento otro día) y lo hice bailar: celia-alice-alicia. Aún recibo cartas de gente que tiene caminos paralelos al mío en una dirección falsa de hotmail. 

_________dadme un respiro que estoy sin comer y en el mensaje me explico muy bien__________ 

Estuve con él en París, fui la número trece (digo esto para quienes estén familiarizados con los arcanos. Pero esto lo cuento otro día). La última vez que le vi fue en un sueño. Normalmente entro en los sueños rápidamente, como si cayera por un tobogán, pero unas pocas veces me veo bajando lentamente una escalera, notando el vértigo de los escalones, como pasa con algunos ascensores. 
Estaba esperándome sentado sobre un banco de piedra y cuando me acerqué, como aún estaba despierta, me puse nerviosa y me puse en plan "ahora podríamos sacarnos una foto o algo" y noté que él se sorprendía al ver que no estaba bien dormida (como en otras ocasiones). 
En diciembre viene a Las Palmas a dar un taller de dos horas. Una amiga me ha invitado "tienes que ir" dijo "precisamente tú no puedes perdértelo" y me regaló la entrada. 
Aún me emborracho con sus poemas, leo sus comentarios en twitter y mi corazón canta. Tal vez no me acerque a él, solo le veré oculta entre el público y rezaré, eso seguro, rezaré la oración más sagrada que conozco. Cerraré los ojos y el corazón desbordado cantará "gracias". 

Epílogo 

__________ pues sí, esto es tan largo, que se lo merece_______________ 

Han pasado los años y Fernando ha continuado con programas de televisión, colaboraciones en periódicos y libros. Extraordinario en su forma de atesorar y de usar el lenguaje, se ha vuelto un hombre afable y accesible para mí, que no manejo las palabras con esa maestría e incluso me veo peleando con ellas. Aún estoy pelín disléxica y cuando ayer estuve en "la tejita", anoté mentalmente "las tijeras en Tenerife" por si quería volver. No me extiendo más porque en realidad, a mí me encantan los resúnemes
Recordad que os lo di todo, no me dejo nada en los bolsillos y si echáis de menos el encuentro en París otro día os pasáis por aquí y lo recogéis. 

Las Palmas 27 de octubre de 2014 

























































martes, 21 de octubre de 2014

Sus Manos


Era un taller de dos horas sobre cómo a dar un masaje. Los pases, las torsiones, el vaciado venoso sin olvidar el cuello y varios detalles más que aún recuerdo.
El chico que lo daba era amigo y tal vez fue por eso que cuando preguntó qué hacíamos allí, no le di una respuesta convencional sino la verdad. Bueno, mi verdad y eso requería escarbar un poco.
Miré al suelo pensando la pregunta y respondí lo siguiente:
- Hace muchos años, en mi primer año de carrera, estaba con las amigas en la habitación cuando una de ellas se ofreció a darme un masaje. Desde entonces lo he buscado, he buscado volver a sentir ese masaje- a partir de ahí, me pudo lo convencional e hice un chiste-. La persona que me lo dio está en una organización internacional viajando por todo el mundo; hablando con fluidez cuatro idiomas; escribiendo su tesis doctoral; dando conferencias y en resumidas cuentas, desperdiciando su talento.
El amigo asintió y con la mirada pasó la pregunta a la chica que estaba a mi lado. La reflexión sobre cómo me había interesado por los masajes siguió en mi cabeza: llevaba más de quince años practicando. No solo he encontrado ricos aceites, sino que además   distinguir la técnica del talento y las he visto juntarse en un par de ocasiones. También que quienes tienen el don parecen escuchar una voz silenciosa que les guía.
Hace cosa de un año fui con unos amigos al teatro y me encontré con una conocida¿sigues trabajando en el sur?pregunté mientras nos poníamos al día. Ella me contestó que no, que vivía en la capitaldesde que me diste aquel masaje en Shejala, he estudiado masaje metamórfico y trabajo con él.
Recordé a la amiga de la universidad y sus manos y casé las dos historias. Me vi siendo anónima, una más entre las miles de piezas del dominó universal, dejándome caer para transmitir el impulso recibido a la siguiente ficha.

"Pasa el paquete. A veces eso es lo único que puedes hacer. Lo coges, lo sientes y lo pasas." The History Boys, 2006, de Nicholas Hytner.

18/10/2014 Las Palmas