Érase una vez una niña que se sentía triste y asustada y no sabía muy bien porqué. Los sucesos que habían provocado esos sentimientos estaban ocultos en su memoria y la tristeza y el miedo eran, en realidad, un simple eco.
El pasado enviaba mensajes cifrados que impedían a la niña crecer, así que decidió volver sobre sus pasos e ir recuperando los momentos que habían marcado su existencia: recordó su tierno cuerpo y sus pocos años, recuperó la soledad, el abandono, la violencia, la angustia y el horror que habían quedado anclados en su memoria.
Entonces pidió ayuda a la Madre Tierra. Entró en ella y cantó su canción. La Madre Tierra acogiéndola, vibró destilando su ser y lo perfumó. De este modo, la niña vio cómo el horizonte se ampliaba y por primera vez, no supo lo que iba a suceder.
Las Palmas, 16 de enero de 2010
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